El dramaturgo presenta a Hércules sin la educación propia del caballero. El héroe no ha aprendido la lección del abc cortesano e ignora que la dama representa el reflejo de la belleza divina.
El desarrollo de la acción señala la lucha interior del héroe. Primero siente admiración al conocer a la hermosa doncella. Actitud que se torna en despecho al sufrir el desprecio que aquella le inflige. El deseo de venganza lo domina entonces, y la persigue hasta convertirla en su esclava.
Aquí sobreviene la peripecia. La desamparada Yole vence a su enemigo con el llanto y el fingimiento. Hércules pierde la prudencia y deposita en la rencorosa Yole su confianza. Esta decisión conduce al clímax de la pieza.
Mientras duerme, la princesa hace que sus damas le vistan, le peinen y adornen como si fuera una mujer, y además le ciñen la infamante rueca. Acto seguido hace que entren todos y le vean con escarnio; y los amonesta por haber querido coronar rey de Libia a tal afeminado.
La obra termina con la apoteosis del amor. Esta última escena ha sido concebida, según indica la acotación, siguiendo la idea que han interpretado pintores y artistas. En el museo del Prado se conserva El triunfo del amor divino, de Rubens, que ilustra esta idea filosófica.
Extracto de las notas preliminares de Ángel Valbuena Briones
a su edición de obras completas de Calderón de la Barca
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